Tanto se quedaron solos,
tanto sin una palabra,
en tal desamor, que merecen un milagro:
un rayo desde una nube alta, convertirse en piedra.
Dos millones de ejemplares de la mitología griega
y no hay salvación para ella ni tampoco para
él.
Si cuando menos alguien estuviera de pie junto a la puerta,
si cualquier cosa apareciera, cuando menos un momento,
y desapareciera:
algo triste, optimista, de donde sea, de ningún lado,
que provocara risa o miedo.
Pero no va pasar nada. Ninguna espontánea improbabilidad. Como en un drama burgués será una separación correcta hasta el final,
no honrada ni siquiera por un hoyo en el cielo.
En el fondo inconmovible de la pared,deplorables el uno para el otro,
están de pie frente al espejo, en el que no hay nada más que un consecuente reflejo.
Nada más que el reflejo de dos cuerpos.
La materia está todo el tiempo en guardia.
Qué larga, amplia y alta,
en la tierra, en el cielo y a los lados
cuida de los destinos innatos,
como si por un corzo inesperado en este cuarto
tuviera que desplomarse el universo.*
*“La muerte es sobre todo esto: todo lo que ha sido visto, habrá sido visto para nada. Duelo de lo que hemos percibido”. En esos momentos breves en que hablo para nada es como si muriera. Porque el ser amado se convierte en un personaje plomiza, en una figura de sueño que no habla, y el mutismo, en sueños, es la muerte. O incluso: la Madre gratificante misma me muestra el Espejo, la Imagen, y me habla: “Tú eres eso”. Pero la madre muda no me dice lo que soy: no estoy y fundado, floto dolorosamente sin existencia. ( Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes)
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