El Principito leído desde el margen: una conversación con Tuillang Yuing
- andreaceardi
- hace 6 días
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Actualizado: hace 1 día
El lector errante invitado es el filósofo Tuillang Yuing Alfaro (1). La siguiente conversación es el work in progress(2) de un ensayo que está desarrollando sobre El Principito de Antoine de Saint -Exupéry. Ideas en recortes, que van invitando a la reflexión en torno a la experiencia de lectura. El work in progress no es solo el ensayo que Tuillang Yuing está escribiendo sobre El Principito, sino también las nuevas lecturas que surgen de esta misma conversación: un pensamiento que se va armando "a tientas", sin cerrar el círculo, sin pretender arribar a ninguna conclusión definitiva.

El Principito leído desde el margen: una conversación con Tuillang Yuing
Cartografías Errantes (CE):¿Qué te motivó a estas(re)lecturas del Principito?
Tuillang Yuing (TY): Me llamó poderosamente la atención cuando en abril, a propósito del Día del Libro, vi una serie de notas periodísticas donde se hablaba de los libros más sobrevalorados. Eran libros que de alguna manera eran desprestigiados por personajes que se suponía tenían una cultura literaria más profunda, y El Principito era muy recurrente. Se tiende a leerlo como un libro naíf, un cliché en extremo, que no aporta en términos de reflexión, algo muy obvio. Como un libro que no entrega mucho porque solamente reforzaría lugares comunes. Entonces… bueno, yo tengo una opinión muy distinta. Considero que es un libro bastante profundo. Si bien una de las complicaciones es esta figura de este niño príncipe muy rubio, muy europeo—con toda la carga simbólica que eso pudiese tener para la época—pese a eso y atendiendo a la trama y el contenido del libro, es una historia que encuentro muy notable. Tiene algo de fábula sobre todo en esta relación con lo vegetal, con lo animal…
CE: Esa relación con lo animal y lo vegetal, ¿qué hace que no sea simplemente una elección de estilo narrativo?
TY: Los grandes personajes de El Principito son un zorro y una rosa. Y esto no es menor. La rosa es Consuelo Saint-Exupéry en la vida real. Ella tiene un libro que se llama Memorias de la Rosa. No he podido obtenerlo de momento, pero seguramente es importante para complementar esta lectura. Además tiene una crítica fuerte a ciertos estandartes del capitalismo. La figura del hombre de negocios en su planeta y que gira en torno a la producción, a la cifra, al marketing…

CE: Cuando el Principito llega a ese planeta, el mundo adulto, al contrario del zorro y de la flor, no puede crear vínculos, domesticar. Recuerdo que el hombre de negocios le contó al Principito que en cincuenta años solo tres cosas lo habían molestado: un abejorro que cayó sobre él hace veintidós años, una crisis de reumatismo, y ahora esta interrupción. Estaba ocupado con quinientos millones de algo. El Principito preguntó de qué millones hablaba, y el hombre respondió que de esas cosas brillantes que se ven en el cielo. Cuando el niño entendió que se refería a las estrellas, quiso saber qué hacía con quinientos millones de estrellas. La respuesta fue simple y desconcertante: nada, las poseía. Ese adulto con posesiones pero sin tiempo me parece que está del lado de la seriedad del mundo adulto, un mundo sin interrupciones, sin ritmo, sin espacio para la interrogación o el asombro.
TY: Las formas de relacionarse con lo animal y lo vegetal representan algo que escapa a la lógica productivista del resto de los planetas.
CE: Hay un momento que destacas especialmente: el del astrónomo turco. ¿Podrías profundizar en esta escena?
TY: Es una escena que habla del predominio del saber en la medida en que se engalana, en la medida en que se viste, que se disfraza del atuendo europeo, de la seriedad adulta. Esto habla de que en definitiva existen cuestiones de orden-de lo que Rancière llamaría el reparto de lo sensible- de cómo nos vestimos, de cómo hablamos, para ser escuchados, para ser considerados con verdad. El astrónomo turco descubre el asteroide B-612, pero nadie le cree cuando presenta su descubrimiento vestido con su ropa tradicional. Años después, cuando se presenta con traje europeo, de repente su descubrimiento es aceptado como válido. La verdad científica es exactamente la misma, pero las condiciones de enunciación han cambiado. Saint-Exupéry está señalando algo brutal: que la legitimidad del conocimiento no depende de la validez de lo que se dice, sino de quién lo dice y cómo se presenta ante el mundo.
CE: Una pregunta sobre las condiciones de legitimidad del discurso, entonces.
TY: Y esto conecta directamente con la crítica al mundo adulto que atraviesa todo el libro. Los adultos solo comprenden el lenguaje de las cifras, de lo cuantificable, de lo serio. El libro dice que si les hablas de una casa hermosa con geranios en las ventanas, no comprenden nada. Pero si les dices "una casa de cien mil francos", entonces asienten comprensivamente. Esta es una crítica epistemológica profunda: el mundo adulto ha construido un régimen de verdad donde solo cuenta lo que puede ser medido, contabilizado, insertado en la lógica del valor de cambio. Todo lo demás- la belleza, los afectos, la singularidad- queda fuera del marco de lo legible, de lo audible. Es una forma de violencia epistémica que el libro denuncia con una aparente inocencia.
CE: Volvamos a los planetas que visita el Principito antes de llegar a la Tierra: el bebedor, el farolero, el geógrafo. ¿Cómo lees esta galería de personajes?
TY: Antes de llegar a la Tierra, el Principito pasa por una serie de planetas que simbolizan cierto aislamiento, ciertos mundos que se encapsulan en sí mismos. Y sobre cada uno se podría hacer un pequeño ensayo. Está el bebedor, atrapado en esta ilógica relación con el vicio, transformado en una cadena absurda. Bebe para olvidar que tiene vergüenza de beber. Es una lógica circular, autocontenida, de la que no puede escapar. La figura del poder, el rey que trata de ser un poder legítimo, pero que pierde coherencia en el mismo momento en que no tiene a quién mandar. El poder sin súbditos se revela como pura impostura, como performance vacía. El geógrafo es bonito pero tiene otros elementos también, es el que registra pero nunca explora, el que cataloga mundos sin habitarlos jamás. Es la figura del conocimiento sin experiencia, del saber burocrático. Cada planeta es una mónada, un mundo clausurado sobre sí mismo, incapaz de comunicarse o establecer vínculos reales. Son figuras del aislamiento y eso lo vuelve contemporáneo.
CE: ¿Qué tipo de críticas estás leyendo en esas figuras de la clausura y de la hiperproductividad?
TY: El hombre de negocios es quizás la crítica más explícita. Tiene una crítica fuerte a ciertos estandartes del capitalismo. Este personaje se cree serio y gira en torno a la producción, a la cifra, al más. Está constantemente contando las estrellas para poseerlas, para depositarlas en el banco. Es una crítica bien importante. Esta idea de la acumulación por la acumulación misma, sin ningún propósito que trascienda la mera contabilidad. Las estrellas-que son belleza, misterio, distancia-se reducen a unidades contables. Es la lógica de la mercantilización total: todo puede ser poseído, todo puede ser cuantificado, todo entra en el régimen del valor económico y todo, además, debe acrecentarse: más es siempre mejor.
Y lo más notable es que Saint-Exupéry presenta esto como absurdo evidente. El Principito no comprende para qué sirve poseer las estrellas si no se puede hacer nada con ellas. Es el absurdo del capitalismo financiero avant la lettre: la acumulación abstracta, el número por el número, desconectado de cualquier valor de uso real.
Los planetas que visita el Principito son anticipaciones de esto: mundos donde cada sujeto está encapsulado en su propia lógica, incapaz de establecer vínculos reales, reducido a una función: beber, mandar, contar, producir. Son figuras de la desafección contemporánea, del aislamiento que produce el capitalismo tardío.
El libro plantea que el mundo adulto ha perdido algo fundamental: la capacidad de asombrarse y de establecer vínculos auténticos, de valorar lo que no puede ser reducido a cifra. Y esto es exactamente el diagnóstico que necesitamos hoy.

CE: ¿Cómo dialoga esta crítica al mundo adulto como absurdo con las preocupaciones que has desarrollado en tu ensayo Mundana(l) sobre la subjetividad contemporánea?
TY: Mira, lo primero: esta relación entre la perspectiva de Mundana(l) y esta crítica al absurdo del mundo adulto. Yo creo que no sé si hay tanta coincidencia, pero sí un gusto por lo cotidiano, ¿no? O sea, un gusto por ir a pensar cuestiones que no necesariamente son los grandes temas ni de la política ni del universo. O sea, no son las grandes cosas.
Yo creo que hay una predilección por lo menor, por lo ínfimo, por el nivel menos grande, de menos relevancia. Y eso yo creo que tiene un poco de eso, este juego: un juego de pensar cuestiones rudimentarias, historias mínimas, como diría Pino Solanas.
CE: La escritora Argentina María Moreno se reconoce en una entrevista como la cartonera de sus propios textos, de esa suerte de reciclaje que tiene la escritura. Alan Pauls la nombra como la ciruja del saber. Me gusta mucho esa imagen de ciruja: pensar las historias mínimas con historias liminales, de reciclaje de saberes que no se juegan en grandes formas de pensamiento ni en la institución. Esa forma de cartonaje ¿te parece que está presente en Mundana(l)? ¿Piensas que el Principito tendría algo de ciruja?
TY: Te respondo la pregunta de la ciruja, eso de esta cosa artesanal. Yo lo llamaría así: si hay algo de artesanía en el Mundana(l), por supuesto. Y hay que recordar ahí que en términos griegos filosóficos la artesanía, la técnica, las ciencias, están muy cercanas.
La técnica se traduce muchas veces como arte, la medida de un saber hacer, pero de un saber hacer claro, con lo que hay a la mano en esa transformación. Y lo que hay a la mano muchas veces tiene que ver con el mundo, con los mundos que hacen sentidos, construir con los sentidos disponibles. Y en ese sentido sí, yo concedo que hay cierta cercanía.

CE: Pensaba en algo cuando releía tu ensayo Mundanal: en la página 145 dices que, abandonando el análisis al mundo perito de las ciencias naturales, la teoría social no ha dejado de mirarse el ombligo y persiste en subordinar la crisis ambiental de hoy a la lucha contra el capitalismo, a los modos de producción, incidiendo en problemas como una cuestión de recursos y sustentabilidad. Desde ciertos análisis se sigue pensando que arreglar el capitalismo cambia cosas, pero tú planteas algo distinto: el deseo incesante de crecimiento es la misma paradoja de pensar las limitaciones en términos de crecimiento. ¿No es esto precisamente lo que le pasa al hombre de negocios del Principito? ¿Cómo se relaciona esa lógica adulta de la posesión y el crecimiento con lo que planteas sobre la Comunidad del Hábitat del siglo XX y cómo esta transforma el mundo en algo absurdo? Y me cuelgo de una pregunta que delineas y que me parece relevante ¿cómo podría entonces pensarse, proyectarse o escribirse en un mundo común si esas formas de vida están reducidas a recursos o incluso a “derechos fundamentales” en relación a lo ambiental?
TY: Siempre se ha hablado en ciencias sociales de la idea del contrato social, y se pone la política siempre en el lugar de lo social, de un encuentro exclusivamente entre los humanos. La política como resultado de las relaciones que establecen los humanos, de las relaciones sociales. Yo creo que nuestro rechazo también entre la política y la relación misma entre los humanos con lo humano, con las relaciones esenciales de los humanos con el mundo, de lo que se trata es de transmitir, con los bichos, con el arte, con los recursos, con toda una serie de elementos no humanos, geológicos, de todo tipo, que participan también de cómo los humanos se asientan en el mundo.
Pero hay un libro de Michel Serres, es muy bonito, que se llama “El contrato natural”. Ya no insiste en el contrato social, sino en un modo diferente al que la modernidad estableció con la naturaleza. Y yo creo que esa es una discusión en la que todavía se puede profundizar y en la que creo que muchas de las teorías de la teoría política moderna no le han dado el lugar que corresponde.
Ahí hay una versión, una cosa que hace Latour, que invierte una frase de Marx. Lo hace muy bonito, porque Marx dice: lo que han hecho los filósofos es comprender e interpretar el mundo y de lo que se trata es de transformarlo. Latour dice: cuidado lo que han hecho muchas veces los cientistas sociales es intentar transformar el mundo, pero de lo que se trata es más bien de comprenderlo. Y comprender quizás se trate de que nunca ha habido una separación entre ciencia social y ciencia natural, entre natural y artificial, que esa manera de comprender la naturaleza como un aspecto previo, y al menos distante, diferente de lo social, es un poco ya caduca.
CE: Existe otra frase que destaco de ese libro, a propósito del individuo, lo social y sus mediaciones en un capítulo titulado El Bebé, la naturaleza y el orden. Re-escritura de una crítica del individuo “Así el humano se configura no solamente de una razón sino de animalidad, de técnica, de microcomponentes, de redes de acción, en una palabra de inhumanidad”(p.104). El Principito domestica al zorro, cuida la rosa, establece vínculos entre humanidad e inhumanidad. ¿Qué estás leyendo en estas fisuras del antropocentrismo?
TY: Bueno, sobre ese texto, está esta crítica al antropocentrismo que es un poco lo que te acabo de señalar. O sea, al parecer, más allá de las posiciones políticas, del abanico político que se ha desplegado desde la modernidad en adelante, igual siempre ha habido una suerte de priorización por lo humano como medida de la política.
Por ejemplo, lo que pasó con el COVID, un virus que puede ser contaminante, contagioso. Y entonces, aquellos aspectos no humanos empiezan a tener un lugar de pleno derecho en la construcción de la política. Y bueno, circularon muchos textos. Había uno de Miguel Benasayag que me pareció fundamental, que decía: bueno, resulta que había una serie de medidas que se pensaba que, a propósito del medioambiente se decía que no se podían hacer, pero cuando llegó el COVID y hubo temor real, resulta que sí se podían implementar. Sí se podían establecer restricciones, provisiones, ciertas limitaciones, hubo ordenamiento.
Entonces, ¿qué es lo que motivó esa política y qué es lo que articula esa manera distinta de enfrentar la cotidianidad? Fue algo que no tenía que ver con lo humano, que fue o es un peligro de una forma de vida que estaba amenazando a la humanidad en ese momento.
CE: Destacas otra frase del Principito que te parece central: "Es el tiempo que pasas con tu rosa lo que la hace especial".
TY: Esa frase es una de las más potentes del libro. Esta consideración de lo afectivo como un tiempo valioso, que se escapa del tiempo cronológico y que tiene que ver con la intensidad, con la creación de lazos, que es lo que el zorro le enseña al Principito.
Es una cuestión en términos vivenciales, ontológicos incluso, muy valiosa y que es fruto de una reflexión muy severa de cómo se le da valor al tiempo, cómo se le da valor al tiempo en función de los lazos que se establecen.
CE: ¿Qué hay de radical en esa forma de entender el tiempo? Estás planteando que el libro propone una economía afectiva alternativa, ¿cuál sería el reverso del tiempo productivo?
TY: Sí, y no todos los libros ni todos los autores se permiten realizar esta suerte de insistencia en elementos afectivos o sentimentales. Hay algo de valentía en sostener lo sentimental como categoría de pensamiento. El libro está diciendo que los vínculos afectivos no son ornamentales, no son el resto que queda después de lo verdaderamente importante. Son la sustancia misma de una vida significativa. La rosa no es valiosa a pesar de ser vulnerable y demandante, sino precisamente por eso.

CE: ¿Por qué crees que lo afectivo es tan difícil de sostener en la crítica cultural o en la filosofía? Por otra parte, pareciera ser que hay un terreno donde proliferan las autorizaciones para hablar de lo afectivo: cuando se habla en términos de la competencia emocional…
TY: Ahora, lo otro que me preguntas: es difícil lo afectivo en la reflexión. Yo creo que hay un cierto temor de exponer, de exponerse. Siempre se piensa que lo afectivo está gobernado por los clichés, por los lugares comunes emocionales, y es cierto. O sea, hay una gran cantidad de literatura, de psicología un poco barata, de libros de autoayuda, pero también el cine de bajo nivel que está gobernado por esta cosa como un sentimentalismo un poco estandarizado. Entonces, bueno, yo creo que hay una suerte de temor de ir hacia allá si no se habla con mucha inteligencia. Yo creo que hay un poco de temor.
Pero yo creo que aunque no se disponga de toda la inteligencia ni toda la elocuencia para tratar esas cosas, se puede hacer el ejercicio. Yo veo al menos cuestiones valiosas ahí en El Principito que escaparían a eso tan obvio, tan cliché, y creo que son cuestiones que se pueden discutir. No lo veo de antemano como ya completamente dominado por una cuestión esquemática, por Disney, por decirlo así, pese a que esto está también presente.
En efecto, esto es interesante porque El Principito está justo en ese intersticio en que por una parte puede responder a cuestiones que son valiosas, pero desde luego también puede ser fácilmente un producto así de sentimentalismo para la venta. De hecho, vi la exposición de El Principito en Plaza Baquedano y tiene mucho de eso. O sea, tú lo puedes ofrecer como un producto así lindo, tiernucho, pero si uno lo escala un poco más, tiene cuestiones interesantes.
CE: ¿Crees que hay una relación entre ese desprestigio del “sentido común lector” y cierta incapacidad contemporánea para sostener lo afectivo como categorías de pensamiento serio?
TY: Creo que a nivel de una lectura muy seria, preocupada, hay una valoración por lo afectivo. O sea, desde el romanticismo en adelante, que se despliega la pregunta por lo que es o es que es sentimental. Pero es cierto que en determinados momentos ya de la cultura y de la cultura al del siglo XX y el capitalismo de masas -podríamos decir, como de una cultura de masas inscrita en el capitalismo-, ha habido una colonización de lo sentimental que hace desconfiar un poco de la perspectiva.
Pienso que una pregunta importante, efectiva, es por toda esta cuestión entre Disney y la autoayuda, entre esos afectos abstractos y figuras muy clásicas, muy obvias de la familia, de la pareja, de los hijos que son elementos que están poblados completamente de palabras comunes, discursos, y que pueden ser sumamente instrumentales, manipulables en términos de chantaje social. La política y la propaganda hacen gárgaras con eso.
Entonces yo creo que esa desconfianza hacia lo afectivo tiene cierta razón. Pero yo creo que en el caso, por ejemplo, del Principito, se trata de otra cosa. Y que hay que sabermirar esas cuestiones. Hay ahí un intento más juguetón, menos silogístico, menos de tratado, que permite trabajar con ciertos elementos sentimentales, afectivos o del mundo simbólico, incluso si uno quiere, que le hacen contrapeso a la cuestión meramente infantil en que se ha encerrado el libro.

CE: Has mencionado a Consuelo Suncín, la esposa salvadoreña de Saint-Exupéry, quien escribió Memorias de la rosa. ¿Qué cambiaría en nuestra lectura del libro si pusiéramos a Consuelo en el centro?
TY: Toda la biografía misma de Saint-Exupéry y su amor con Consuelo de Suncín y toda esa historia dan una perspectiva distinta. A mí por lo menos me sirvió para verlo de otra manera también, porque es mucho más terrenal, mucho más de amor tormentoso. Consuelo enviudó muy tempranamente, es salvadoreña. O sea, la idea de que sea una mujer latinoamericana de mucho carisma, con mucho encanto, con una historia de amores no sencillos y con la cual también Saint-Exupéry tiene una historia no tan fluida, sino con muchos desaciertos, con mucho tropiezo, me parece súper relevante. Como también está la dificultad del amor, el amor sumamente terreno de vidas con sustancia y con encanto.
El Principito también hace gala de los paisajes de El Salvador que están, en cierta medida, pensados en los planetas y sus imágenes. Entonces yo creo que es interesante el aspecto biográfico, te abre a otras cuestiones. Y recordemos que el personaje es alguien que se subía en una avioneta y se lanzaba por el mundo también, cuestión que no es tan propia de los intelectuales y que además que fue derribado en cierto momento. Yo creo todas esas dimensiones se pueden seguir elaborando.
CE: ¿Cómo lees esa tensión entre la carga simbólica colonial del príncipe y el contenido crítico del libro?
TY: Una de las complicaciones que tiene el libro es esta figura del niño príncipe, muy rubio, muy hegemónico. Con toda la carga simbólica que eso pudiese tener. No podemos ignorar eso. El libro se inscribe en una tradición eurocéntrica, en una iconografía del poder colonial.
Pero yo creo que pese a eso-y no digo que eso no sea importante-atendiendo a la trama y el contenido del libro, hay elementos que trascienden esa limitación. El Principito es europeo, sí, pero es también un extranjero perpetuo, alguien que no encaja en ningún planeta, que denuncia el absurdo de cada mundo adulto que visita. La tensión está ahí y no se resuelve fácilmente. Quizás lo productivo es leer el libro precisamente en esa tensión: reconocer su inscripción en una estética colonial mientras rescatamos sus herramientas críticas contra el capitalismo, contra la lógica productivista, contra el desprecio de lo afectivo.
CE: Una última pregunta. Has mencionado que estás "elaborando algunos temas" del libro. ¿Cuál serían estos?
TY: Las cosas que se me han presentado hoy son varias. Hay mucha metáfora en esto de estar en un planeta, una denuncia de cierto solipsismo que dice algo de estos sentidos únicos como forma de habitar su propio mundo. Hay un personaje que me gusta mucho, aquel que se apega a la consigna. El Principito lo encuentra muy noble porque no se preocupa de sí mismo, pero es una suerte de autoesclavitud por la abnegación que tiene, esa misma dimensión muy espiritual del trabajo que no se puede eludir.

(1) Doctor en Filosofía. Docente Facultad de Pedagogía Universidad Academia de Humanismo Cristiano
(2) Notas sobre el formato Work in progress: de la entrevista al diálogo. Por eso decía Ricardo Piglia que "la noción joyceana de work in progress, de obra en marcha, de dispositivo que nunca está fijo, es básica". Abriéndose al abandono, a avanzar a tientas, da la sensación de una novela que se va armando a lo largo de un solo día, ¿no es acaso el mismo viejo equívoco que puede tener una lectura que merodea, que no va a ninguna parte, sino que queda suspendida? ¿qué pasa si esa lectura se convierte en diálogos entre aquellos lectores que no pretenden cerrar el círculo, comprender, arribar, sino leer en el libro, la ausencia de libro?
El placer de leer construye hace que este texto funcione como umbral entre distintos registros: comienza siendo una entrevista tradicional con un lector errante, luego los lectores náufragos plantean sus divagaciones al lector.
La lectura coral "avant la tête" es una lectura que va al encuentro de lo escrito precisamente en su punto ciego, en su zona de indeterminación. Esperamos que este tipo de lectura coral bordee el sentido del texto que no es más que el placer del texto: el disfrute del lector libre de cualquier tipo de ataduras. Las voces que dialogan son "lectoras huérfanas"-sin filiación teórica única-, que intercambian guiños y dislocan con sus ideas intempestivas cualquier precisión de sentido.
Referencias
Saint-Exupéry, A. de. (2008). El principito (B. del Carril, Trad.). Salamandra. (Obra original publicada en 1943)

CE: abrimos el diálogo hacia los lectores errantes
Intervención Lector 1.
Creo que hay una estética colonial en El Principito, pero no un contenido colonial. Saint-Exupéry escribe desde lo que es, desde su entorno, y en ese momento Francia tiene un imperio colonial. Escribe en los años 30, entre las dos guerras, en pleno apogeo del imperio francés. Murió alrededor del final de la Segunda Guerra Mundial cuando su avión desapareció, probablemente derribado por un caza alemán. Escribe desde su vida, pero eso no define el sentido del libro. El Principito se presenta casi como una leyenda, como el cuento de un bardo o un griot africano. La estética colonial aparece, pero no es lo central.
En el planeta del Principito hay una rosa ,belleza, compañera, que exige. Pero también hay volcanes y baobabs, árboles africanos famosos por su tronco ancho que a veces queda vacío por dentro. El baobab es un pilar ancho pero no muy alto, y en los países donde crece es el lugar donde la gente se reúne a contar historias. Entonces en el planeta del Principito hay una floresta de árboles de palabras. Esto cumple una función doble: para los niños franceses, el baobab es exotismo, el árbol de países lejanos pero familiar porque forma parte del imperio colonial. Y también es el árbol de los cuentos, donde la gente de estos pueblos lejanos se junta y habla.
No sé si es significativo que Saint-Exupéry use un árbol africano, no de su tierra, para contar una historia a niños franceses. ¿Hay algo ahí de apropiación de la estética colonial? Tal vez.

Pero el Principito, más allá de eso, lo veo como un koan para niños. Ostensiblemente es un cuento infantil, pero es un cuento para despertar, para ayudar al entendimiento. Los planetas-más que una crítica de la sociedad o del capitalismo, aunque también hay eso- representan modos vinculados de pensamiento, pensamientos limitados. Esto contrasta con el niño, el Principito, cuyo pensamiento es libre.
La libertad del pensamiento también está en el zorro, aunque la pierde un poco al vincularse con el Principito. El Principito, como niño, no tiene prejuicios. No tiene más limitaciones que su propia experiencia. Cada planeta que visita muestra a alguien con un pensamiento limitado por otros factores: ideológicos, existenciales. El alcohólico, el economista, etc.
Finalmente llega a la Tierra y encuentra al aviador, que es un poco menos vinculado que los otros. Siendo aviador, viaja, pero en ese momento está limitado por su necesidad: está varado en el desierto y su avión no funciona. Tiene esa preocupación, no es libre como el Principito. Cada otro adulto está completamente atrapado en su propio asteroide.
Cuando el Principito le pide "Dibújame una oveja", el aviador, que no logra hacer un dibujo aceptable, tiene la idea de dibujar la caja donde está la oveja. Ahí se ve que no ha perdido completamente su imaginación. Para mí, el libro es eso: una ilustración para niños de las trampas de pensamiento donde pueden caer cuando crecen. Una advertencia.
Implícitamente dice: de todos modos vas a caer en eso, quizás te vas a quedar como el aviador. Pero por lo menos no como el alcohólico en su asteroide o como el economista. Y quizás, quizás hay una posibilidad de que ni siquiera te quedes como el aviador. Te quedas Principito. Y eso sería lo mejor. ¿no?
Lo veo más como algo universal y menos político, aunque la política quizás entra por la puerta chica del lector.
Una pregunta que me hago cuando se me pide discurrir sobre libros: ¿qué tan legítima es mi interpretación respecto a las de los demás? ¿Está bien que llenemos de nuestros sesgos los textos de otros? ¿Pueden los textos contenerlos todos sin perder sentido?
Intervención Lector 2
Cuando te escuchaba, pensaba -quizás forzando la articulación-en por qué llamarlo "el Principito": un niño, extranjero, que gobierna su propio asteroide. Es imposible no vincularlo con algo que vengo estudiando: las estrategias de gobierno, el gobierno de las poblaciones. Has trabajado sobre Foucault y cómo la gubernamentalidad aparece como correlato de la genealogía de las prácticas de gobierno.
En Foucault podemos encontrar referencias a la soberanía tanto en las reflexiones sobre el ejercicio del poder como en las reconstrucciones de las transformaciones en las dinámicas de producción de subjetividad. Las relaciones de sujeción producen subjetividades políticamente dóciles y económicamente útiles.
En la antípoda del Petit Prince está Il Principe de Maquiavelo-no el petit sino el líder fuerte que debe estar dispuesto a usar cualquier medio, como el engaño o la fuerza, para asegurar la estabilidad del Estado. Sé que es un pensamiento analógico. Para el contexto del siglo XVI, en una Italia dividida y vulnerable a invasiones extranjeras, surge la pregunta: ¿cómo un príncipe gobierna un principado que es más difícil de mantener que uno hereditario?
Si el príncipe quiere conseguir estabilidad, debe pensar que eso es la virtud. Mentir, engañar o ser cruel es legítimo si se mantiene la estabilidad. Pero hay una defensa importante de la apariencia: es más importante parecer virtuoso que serlo, porque la mayoría de la gente solo juzga por las apariencias.
Los discursos antimaquiavélicos surgidos desde mediados del siglo XVI hasta fines del XVIII buscan sustituir estos consejos destinados a acrecentar las habilidades del Príncipe relacionadas con la conservación del poder. Se centran en consideraciones que toman en cuenta la relación entre territorio y población.
Mientras en Maquiavelo el territorio y la población aparecen como "objetos" del ejercicio del poder del príncipe, en la literatura antimaquiavélica el problema del gobierno se centra en la articulación entre estas dos instancias. Para Foucault, la soberanía en su forma tradicional invisibiliza, obnubila y no permite ver el funcionamiento del poder en su nivel microfísico.
¿Cuáles son las formas de ejercicio de poder de este Principito que podría estar en la antípoda del Príncipe?

Interrupción Lector 1
Maquiavelo era republicano. El Príncipe no es lo que piensa Maquiavelo, es lo que encuentra abominable pero observa como algo práctico en los dirigentes de su época. La gente toma El Príncipe como un manual, pero no lo es. Es Maquiavelo diciendo: miren a estos que están corrompiendo todo. Así hacen. Es un panfleto sarcástico.
El Principito no es príncipe de nadie. Está solo en su asteroide, tiene la rosa, pero la rosa no es un sujeto, es un compañero, una compañera que no habla. El Principito no tiene poder. Es principito del mismo modo que Blancanieves es princesa: es el protagonista de un cuento de hadas, que es lo que para mí por lo menos, escribió Saint-Exupéry.
¿Principito, por qué? Los niños son príncipes para los padres. Fundamentalmente inofensivo. Está más allá del bien y el mal, pero pregunta. Es alguien que observa, pregunta y se hace amigos en el camino, pero no actúa sobre el mundo.
Respuesta Lector 2
Me tomo de eso para decir que es interesante la figura del niño. Los niños pueden ser príncipes a los ojos de sus padres, y también pueden ser síntoma de los padres en la medida en que están en posición de revelar el modo en que sufren en su relación con el goce.
Hablo del síntoma no como trastorno, sino desde una lectura psicoanalítica: el síntoma del niño es lo que hace cruz al discurso del amo. Por ejemplo, lo escolar, la producción, los discursos eficientistas son formas de gobernar a partir de discursos tan armados, tan sin fisura, que se contraponen a lo que precisamente son.
Arendt tiene un ensayo sobre cómo la educación está permanentemente en crisis en la medida en que está abierta hacia lo nuevo, las nuevas generaciones. El tema es qué hacemos con esa fisura, ese corte propio de la crisis, evitando el taponearlo con el peso de lo de siempre, clausurarlo con el peso de lo mismo. Los síntomas también pueden leerse como resistencias a un discurso que parece tan armado, tan sin fisura.
Y ahí viene esta idea de que el príncipe rubio está jugando con esa apariencia de lo que se supone virtuoso, de lo que se supone un ser ante los ojos del otro. Viene a mostrar otra cosa, precisamente porque es un príncipe sin reino. La grandeza de los hombres maquiavélicos está constituida por un afuera que es la mirada popular. Es decir, el príncipe ES lo que el pueblo cree que es. En este sentido, el Principito, le petit Prince", no es el Príncipe de Maquiavelo. El Principito no es ni virtuoso ni malo. Es desvinculado, está más allá de cualquier moral.
Intervención Lector 3
Pienso en el semblante. Lacan dice algo así como que el semblante no es fingir, el semblante es lo que constituye el lugar del Otro. El Principito no está fingiendo ser un príncipe, está habitando un semblante de príncipe que produce efectos reales en sus relaciones.
Sobre lo que decía Tuillang: la idea del semblante, que me gustó mucho: parecer algo para ser legitimado. Si Maquiavelo dice que a un príncipe no le es necesario tener todas las cualidades mencionadas sino parecerlas, el Principito no necesita tener poder, solo necesita parecer un príncipe para que funcione su modo de relacionarse. El poder del principito puede estar en otro orden y de hecho creo que lo está, que el de la posesión.
Pero entonces la pregunta es: ¿eso es un engaño? Si el príncipe puede fingir ser eso que no es, es precisamente porque el pueblo es pasible de ser engañado. Pero el Principito no engaña, simplemente... es. Hay una escena que encuentro increíble cuando visita al asteroide dond se encontraba el rey en su trono, lo primero que le señala el rey cuando lo ve es "he aquí un súbdito" y la pregunta no menor que se hace el principito es ¿cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? Es un reconocimiento sin verlo, porque está en función de perpetura el lugar de él como rey. Es más el como amo está sujeto a sus esclavos. Y su trabajo es transformar la pregunta, la duda de sus súbitos, la incertidumbre en una orden, en una certeza. Y comienza el juego de prohibiciones y autorizaciones, ordenes que son consecuencia de los propios súbditos.
Una monarquía absoluta no gobierna únicamente por la fuerza y el miedo sino también por la creencia que su pueblo tiene en ella. El pueblo cree en aquello que aparece ante sí, en la medida en que ello satisface su deseo o despierta pasiones que lo mueven a creer. El Principito cuestiona a todos los adultos de todos los planetas. Cuestiona el poder del rey, la vanidad del vanidoso, la posesión del hombre de negocios. Es el que tiene el privilegio de no estar vinculado. Todos los demás están atrapados en sus asteroides, en sus obsesiones, en sus modos de pensamiento. Solo el Principito puede viajar libremente. Pero aparece como príncipe. Y eso produce que el aviador lo trate como príncipe, que nosotros como lectores lo tratemos como príncipe. Hay un efecto que tiene el semblante como posibilidad de que pueda darse una creencia.
Y ahí mi pregunta a Tuillang: ¿Qué piensas sobre si esta cuestión de lo natural, o la necesidad de otras relaciones, lo no humano, son una forma de cuidar de sí? ¿Es deseable una ética del cuidado de sí como respuesta a este mundo que no domestica ni cuida?

Intervención Lector 4
Si bien entiendo que estas son lecturas al margen y que nos permiten dar vuelta a distintas significaciones a las que apela este libro, me parece que no hay que olvidar el contexto en el cual surge. Por una parte, hay muchos aspectos del libro que lo vuelven tan actual, tan universal , es un libro con algo que se encuentra muchas veces en la vida. Le pregunto a Tuillang por ese contexto, ¿no?, porque la otra vez leía de una ilustradora, que nos recuerda lo triste que estaba Saint-Exupéry cuando lo escribió. Se trata de un libro escrito en el exilio, lejos de Francia, en Estados Unidos, de cara a los horrores y decepciones de la guerra. Pensaba en qué medida también puede leerse como un libro de duelo. No sé si sobre el duelo, pero de duelo, el duelo del exilio, de la esperanza en una idea reconciliadora de la cultura y de la diferencia que mostraron la caducidad de muchas cosas que se estaban pensando permanentes.
Y me remito aquí a un punto muy presente en esta relectura del Principito. El principito es en su materialidad, un texto corto, no supera las 100 páginas, y además tiene un ritmo vertiginoso que además da la impresión que se corresponde con el ritmo de su viaje. Uno como lector en un momento piensa que lleva unos ocho días perdidos desde que conoció al aviador. En efecto, luego sabemos que es su aniversario, el día que se cumple un año que cayó en la tierra y que no puede volver a su planeta. Es la figura del Nostos: el Nostos de Ulises es aquel que regresa a Ítaca, después de la destrucción. La palabra nostalgia está compuesta de nostos, "regreso", y álgos, dolor. Nostalgia significa pues, dolor por el regreso, o por decirlo mejor, por no poder regresar. Ulises se ve obligado a experimentar el dolor de estar lejos de su hogar, junto con el deseo incontenible de volver “el ansia de todos mis días es el de llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso”.
Pero hay otra versión de la nostalgia en este viaje del principito. Y que se encuentra en las estrellas: "Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado."
¿Qué hace el tiempo con lo que está destinado a perecer?
Cuando miras al cielo, la velocidad de la luz es finita. Y define un máximo para la velocidad de transmisión del universo. Entonces, cuando uno mira cualquier cosa, lo ve en el pasado, o microsegundo, o nanosegundo, un segundo, atrás, millones de años y entonces la astronomía es extraordinariamente remitente al pasado literalmente. El hecho de que la velocidad de la luz sea la velocidad máxima de transmisión de información y eso fue uno de los insights de Einstein, no hay simultaneidad absoluta en el universo. Es decir que si nos ponemos en un punto de referencia que sea el observador, si no hay simultaneidad absoluta en el universo tampoco hay un marco temporal único en el universo, significa que decir "estoy mirando en el pasado" no es falso, pero no estás mirando a tu pasado, estás mirando a tu presente. Si miro a una galaxia que ha emitido su luz hace mil millones de años después del Big Bang, mucha de la estrella que pueblan esa galaxia ya son muertas y la galaxia formó otras... la mirada me permite estudiar una época del universo.
Se que el universo es homogéneo en escalas grandes que no hay privilegios sin importar en qué punto miro. Si miro a mi pasado de un lugar distante eso se parece al pasado del lugar donde me encuentro. Entonces, mirar a objetos distantes permite de estudiar el tiempo. Pero el objeto mismo, por la ausencia de simultaneidad, se encuentra en mi presente. Las estrellas tienen un tiempo de viaje de la luz hasta mi ojo, pero aparecen siempre en mi presente. Aunque su luz haya empezado hace miles o millones de años, siempre las estoy viendo ahora.
Ahora bien pensaba en este texto y pensaba en el duelo y en algo que Freud, luego desarrollaría en duelo y melancolía, habla en su artículo la transitoriedad publicado en 1916. Freud reflexiona sobre el valor de lo efímero frente a un interlocutor que se lamenta porque todo lo bello está destinado a perecer, el poeta. Freud responde que el carácter perecedero de las cosas no disminuye su valor, sino que lo acrecienta. La transitoriedad implica una "escasez en el tiempo": lo que es bello solo por un instante no es menos valioso que lo eterno. Al contrario, su fragilidad temporal le confiere un valor único, irrepetible.
El principito comprende esto cuando regresa al lugar exacto de su caída un año después. Ese punto en el desierto no es cualquier punto: es el lugar donde algo comenzó y algo terminó, donde el tiempo dejó su marca. El aniversario es una forma de hacer presente lo ausente, de reconocer que aquello que fue, fue en un tiempo y espacio específicos, y que ya no volverá a ser. Se trataría del ritual de la memoria. La estrella que se encontrará "exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado" es una forma de cartografiar el duelo: marcar en el cielo y en la tierra las coordenadas de una pérdida. Me parece que todo su viaje tiene algo del trabajo sobre estas pérdidas. Cuando el principito mira su estrella, ¿está mirando su presente o su pasado? Si la luz tiene una velocidad finita, entonces la estrella que ve ya no está exactamente donde parece estar. La imagen que llega a sus ojos es una imagen retrasada, una huella lumínica de lo que la estrella fue hace un tiempo determinado. Mirar el cielo es siempre mirar el pasado. Y sin embargo, esa mirada del pasado ocurre en el presente, en el ahora de quien observa.
Esta paradoja temporal está en el corazón de la nostalgia y del duelo. ¿Qué significa entonces que el principito "regrese" a su planeta después de un año en la Tierra? ¿Qué es lo que caduca en ese intervalo?
Freud señala que la transitoriedad despierta en nosotros dos reacciones: el duelo anticipado o la revuelta contra el hecho de la caducidad. Algunos, ante la certeza de la pérdida futura, se niegan a investir emocionalmente en lo que saben que se perderá. Prefieren no amar, no desear, no apegarse, para ahorrarse el dolor del duelo. Otros, en cambio, aceptan que todo lo que amamos está destinado a perecer, y precisamente por eso lo aman con mayor intensidad. El principito me atrevo a pensar pertenece a esta segunda categoría: ama a su rosa sabiendo que es frágil, que puede morir, que necesita cuidados constantes. Al menos eso creo que descubre en este viaje. Él lo inicia cansado de las demandas de su rosa, para en esta perspectiva entenderla. Y es precisamente esa fragilidad la que la hace única.
¿Qué caduca en El Principito? Caduca la ilusión de la permanencia, caduca la idea de que podemos regresar al lugar que dejamos, caduca la fantasía de que el tiempo no transforma las cosas. Pero también caduca- y esto es lo más doloroso-la posibilidad del reencuentro sin pérdida. Freud termina su ensayo sobre la transitoriedad con una reflexión sobre el duelo colectivo que impuso la Primera Guerra Mundial. La guerra destruyó la ilusión de la permanencia de la cultura europea, reveló la fragilidad de todo lo que se creía eterno. Pero Freud concluye con una nota de esperanza: después del duelo vendrá la reconstrucción, y lo que se reconstruya será valorado precisamente porque se sabe que es frágil, que puede perderse, que debe cuidarse. ¿No es esa responsabilidad inseparable de la conciencia de la transitoriedad? ¿No cuidamos lo que amamos precisamente porque sabemos que puede perderse, y no lo amamos con mayor intensidad justamente porque puede perderse?
Cartógrafa errante: Cedo la palabra a Tuillang si puedes tomar algunos comentarios, preguntas y divagaciones …
TUILLANG : Y bueno, no sé si tengo mucho más que agregar. Solo agradecer el diálogo, las ideas, todo ese juego de miradas que permite pensar con otros y aprender de oído, de la charla.
Desde luego la cuestión de la muerte está atravesando el libro también. La cuestión del quiebre, de la decisión de partir... Creo que tenemos charla para mucho rato más. Les agradezco de nuevo.



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