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Tlön y las Gramáticas del Poder. Una re lectura necesaria para estas próximas votaciones

Actualizado: 14 dic


El totalitarismo del ser y el totalitarismo del hacer en los hemisferios de Borges.


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Introducción


En 1940, Jorge Luis Borges publicó Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, un cuento que describe un planeta ficticio dividido en dos hemisferios con filosofías lingüísticas opuestas: el austral, donde el idioma carece de sustantivos y prolifera en verbos impersonales, y el boreal, donde los sustantivos se forman por acumulación de adjetivos que fijan cualidades esenciales.


Borges escribió esto mientras Europa ardía, y percibió algo que la epistemología política décadas más tarde constituiría el centro de sus análisis. La ideología tiene de igual forma un correlato en el lenguaje y los fascismos son estructuras lingüísticas.


Una lectura política, en el contexto de las próximas votaciones en Chile, sugiere preguntarnos por los efectos de ambas gramáticas en los discursos políticos, especialmente de sectores conservadores y de derecha, identificando las estructuras gramaticales que naturalizan posiciones ideológicas ¿se trata de una gramática boreal, esencialista y sustantivadora, o una gramática austral, más procesual y verbal? ¿qué hacen estas gramáticas?¿cómo nos mueven o nos detienen?


Podríamos plantear que ambos hemisferios albergan su propia forma de totalitarismo. Si la gramática boreal habilita el totalitarismo del ser -la fijación de identidades esenciales-, la gramática austral habilita el totalitarismo del hacer -el imperativo de la acción perpetua, la revolución permanente, el movimiento sin descanso. Las consignas “los judíos son el enemigo” y “hay que limpiar las calles” pertenecen a gramáticas distintas, pero ambas pueden conducir al horror.


1. El hemisferio boreal: El totalitarismo del ser


En los del hemisferio boreal (…) la célula primordial no es el verbo, sino el adjetivo monosilábico. El sustantivo sé forma por acumulación de adjetivos. No sé dice luna: sé dice aéreo-claro sobre oscuro-redondo o anaranjado-tenue del cielo o cualquier otra agregación…

Borges, Ficciones, p. 23


La cristalización de las esencias


En el hemisferio boreal de Tlön, la célula primordial del lenguaje es el adjetivo monosilábico. Los sustantivos se forman por acumulación de cualidades: “luna” no existe como palabra, pero sí existe la secuencia aéreo-claro-sobre-oscuro-redondo-luminoso. Esta agregación se solidifica en un objeto mental que los hablantes tratan como si tuviera existencia permanente e independiente. La realidad se congela; el devenir se detiene; las cosas son.


La estructura gramatical impone una ontología: primero se es, luego se hace. La identidad precede y determina la acción. Podríamos suponer, que un habitante del Norte de Tlön no puede concebir que alguien robe sin ser previamente, en su esencia, un ladrón. La acción emana de la naturaleza, no es algo que se hace, es algo que se es o no sé es.


El fascismo como gramática boreal


El totalitarismo del ser opera mediante predicaciones esencialistas que fijan atributos a grupos humanos. El nacionalsocialismo alemán ejemplifica esta gramática en su forma más extrema: El judío es avaro, el ario es superior. La estructura sujeto-cópula-atributo permite declarar que ciertos grupos son esencialmente inferiores, peligrosos o enemigos.


Una vez aceptada la premisa esencialista, las consecuencias continúan de una manera lógica. Si los judíos son por naturaleza una amenaza, entonces eliminarlos no es un crimen sino una medida de higiene. La cámara de gas es la conclusión de un silogismo cuya premisa mayor es una predicación del verbo "ser". El horror tiene estructura gramatical.


Escenarios actuales


El totalitarismo del ser no requiere cámaras de gas para operar. Se manifiesta cada vez que el discurso político fija identidades esenciales a colectivos humanos: “los migrantes son delincuentes”, “los pobres son flojos”, “los mapuche son terroristas”. También opera mediante sustantivos que cristalizan acciones en identidades: “el ilegal”, “el narcotraficante”, “el antisistema”. La acción temporal -cruzar una frontera, vender droga, protestar- se convierte en naturaleza permanente.


Nótese que “ilegal” ni siquiera es un sustantivo legítimo. Es un adjetivo que violentamente convertimos en identidad sustantiva. Nadie “es” ilegal. Alguien puede “actuar” ilegalmente. Pero cuando decimos “los ilegales”, de esta forma hemos convertido una acción contingente en una esencia permanente.


La dimensión temporal refuerza este totalitarismo. El discurso esencialista apela a lo eterno: “Chile siempre ha sido”, “los valores que nos definen desde siempre”, “nuestra identidad permanente”. El cambio aparece como amenaza, como emergencias, como destrucción de esencias que deben ser preservadas. La historia se detiene; solo queda el ser inmutable.


2. El hemisferio austral: El totalitarismo del hacer


El flujo perpetuo


En el hemisferio austral de Tlön, el idioma carece de sustantivos. La célula primordial, en este caso, es el verbo impersonal, modificado por sufijos y prefijos de valor adverbial. No se dice «surgió la luna» sino algo equivalente a hacia-arriba-detrás-duradero-fluir-luneció. La realidad no se congela en categorías; todo es proceso, devenir, acontecimiento. Nadie es; todos hacen, devienen, fluyen.


Si no se puede fijar identidades, no se puede declarar que ciertos grupos son enemigos. Esta lectura rápida implicaría que al ser antiesencialista deviene un discurso antitotalitario, y no es necesariamente así. Tenemos por ejemplo, como el estalinismo constituyó el fascismo del verbo perpetuo: “estamos construyendo el socialismo” “luchamos contra los enemigos del pueblo” “purificamos el partido”. Todo es acción, por lo tanto nada puede fijarse. No hay ser, sólo hacer.


El imperativo de la acción perpetua


Nuestro compromiso es claro y firme: Chile volverá a ser un país seguro, Chile volverá a crecer y generar empleos. Chile Volverá a soñar. Chile volverá a progresar en libertad. Levantaremos un gobierno de acción y de propósito, que marque un antes y un después, apoyándonos en très pilares sólidos: recuperar el orden y la autoridad; reimpulsar el progreso económico y el trabajo; y restaurar la libertad, dignidad y justicia para todos los chilenos. (…) Para enfrentar estas múltiples urgencias, implementaremos un gobierno de emergencia que se haga cargo del Estado que se ha vuelto ineficaz, que impulse cambios profundos con decisión, rapidez y sin complejos. (pp.2-3)



El totalitarismo del hacer no fija esencias; exige acciones. En ese sentido, en lugar de apelar a frases como “los enemigos son”; dice “hay que limpiar”,” “debemos recuperar”, “vamos a expulsar”. El verbo en infinitivo o en imperativo reemplaza la predicación esencialista. La violencia no se justifica por lo que el otro es sino por lo que hay que hacer con él.


Las consignas del totalitarismo austral son verbales: limpiar las calles, recuperar el país, volver a la grandeza, hacer grande de nuevo, sacar la basura, extirpar el cáncer, barrer con la corrupción. El objeto de estos verbos puede variar: migrantes, delincuentes, comunistas, disidentes, pero la estructura gramatical permanece: un verbo de acción violenta que exige ejecución.


La revolución permanente como tiranía


Trotsky acuñó el concepto de “revolución permanente” para describir un proceso revolucionario que no se detiene. La gramática austral, llevada a su extremo, produce exactamente un movimiento perpetuo sin descanso, una acción que nunca termina porque no hay sustantivos donde detenerse. Si todo es verbo, todo es proceso, entonces nunca hay llegada, solo tránsito eterno.


Este totalitarismo del hacer puede ser tanto de izquierda como de derecha. La izquierda radical exige transformar, revolucionar, destruir lo viejo para construir lo nuevo en un proceso sin fin. La derecha populista exige restaurar, recuperar, volver a un pasado que, precisamente por ser pasado, nunca puede alcanzarse. Ambos quedan atrapados en el movimiento perpetuo.


“Volver": el verbo de la nostalgia totalitaria


El verbo “volver” merece atención en estos discurso. “Volver a ser el país que éramos”, "volver a la normalidad", “volver a los valores de antes”. Gramaticalmente, “volver” es un verbo de movimiento, no de estado; pertenece al hemisferio austral. Pero su contenido semántico apunta hacia una esencia perdida que debe restaurarse. Es un verbo híbrido que combina la acción del hacer con la nostalgia del ser.


"Make America Great Again" es la fórmula perfecta del totalitarismo austral. Un verbo de acción (hacer) dirigido hacia la restauración de una esencia pasada (grande de nuevo). No dice que América es grande; exige hacerla grande. El imperativo verbal moviliza, convoca, exige acción. Y esa acción no tiene fin porque el pasado dorado es inalcanzable.


3. Laz zona ecuatorial y la convergencia entre los dos hemisferios.


En la práctica política, los totalitarismos del ser y del hacer rara vez operan aislados. El discurso totalitario completo combina ambas gramáticas. Primero, fija una identidad esencial al enemigo (gramática boreal), luego exige una acción para eliminarlo (gramática austral). "Los migrantes son delincuentes” (ser) + “hay que expulsarlos” (hacer). "Los comunistas son un cáncer" (ser) + "hay que extirparlos" (hacer).


La gramática boreal proporciona la justificación ontológica; la gramática austral proporciona el imperativo de acción. Juntas, forman una máquina discursiva que primero deshumaniza y luego moviliza. El ser fija al enemigo; el hacer lo elimina. Sin el ser, el hacer carece de objeto; sin el hacer, el ser carece de consecuencias. El totalitarismo completo requiere ambos hemisferios.


Quien combate el totalitarismo enfrenta una doble trampa gramatical. Si dice “los fascistas son malvados”, reproduce la gramática boreal que critica. Si dice “hay que destruir el fascismo”, reproduce la gramática austral del imperativo violento. La oposición simétrica al totalitarismo tiende a reproducir su estructura.


Esta trampa no tiene salida fácil, y las lenguas que hablamos y que nos habitan, nos obligan a elegir entre predicaciones esenciales y verbos de acción. No disponemos de una tercera gramática que escape a ambos totalitarismos. La zona ecuatorial de Tlön, donde ambos hemisferios se superponen configura una irrevocable situación: podemos elegir qué gramática activamos, pero no podemos salir del campo gramatical.




Tomado de la Tercera: Cómo las elecciones partieron a Chile en tres. por Luciano Jiménez
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4. Hacia una vigilancia gramatical


Detectar el totalitarismo del ser


El primer paso de una vigilancia gramatical es detectar las predicaciones esencialistas. ¿El discurso político usa el verbo "ser" para definir colectivos humanos? ¿Transforma acciones temporales en identidades permanentes ("el ilegal", "el terrorista")? ¿Apela a esencias nacionales inmutables ("Chile siempre ha sido”, "lo que nos define")? ¿Presenta oposiciones binarias sin matices ("ciudadanos de bien» versus "delincuentes")? La alternativa a la gramática boreal no es habitar en la gramática austral, sino de hacer borde, desplazamientos que exigen la precisión descriptiva. La descripción reemplaza la esencialización y el análisis reemplaza la condena ontológica.


Detectar el totalitarismo del hacer


El segundo paso es detectar los imperativos de acción perpetua. ¿El discurso político exige limpiar, recuperar, volver, expulsar, extirpar? ¿Usa metáforas de limpieza, higiene o cirugía aplicadas a grupos humanos? ¿Promete una restauración de un pasado dorado que nunca se alcanza? ¿Exige movilización permanente sin punto de llegada?


La alternativa a la gramática austral totalitaria no es la gramática boreal sino la deliberación. En lugar de “hay que limpiar las calles”, preguntar: “¿qué políticas específicas, con qué recursos, evaluadas por qué criterios, podrían reducir la inseguridad?”. La deliberación reemplaza el imperativo, mientras que análisis de medios y fines reemplaza la acción por la acción.


El espacio entre ser y hacer


Si el totalitarismo del ser fija identidades y el totalitarismo del hacer exige acción perpetua, ¿qué queda? Queda el espacio de la reflexión, la pausa, la pregunta, el intervalo. No declarar qué son las cosas ni exigir qué hay que hacer, sino preguntar: ¿qué está ocurriendo? ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué alternativas existen? ¿Cuáles son las consecuencias de cada opción?


Este espacio no es una tercera gramática sino un uso crítico de las gramáticas existentes. Podemos usar el verbo “ser” para describir situaciones sin esencializar personas (“la situación es compleja” no es lo mismo que “los migrantes son peligrosos”). Podemos usar verbos de acción para proponer medidas concretas sin caer en el imperativo totalitario (“podríamos implementar tal política” no es lo mismo que “hay que limpiar”), aunque sugerencias de este tipo no se escapan de caer en el imperativo del consejo (lo que se debe o no se debe hacer).


Conclusión: Dos abismos y una cuerda floja


La ficción de Tlön, representa un mapa de los peligros del lenguaje. Pero la lectura que opone un hemisferio “bueno” (austral, verbal, procesual) a uno “malo” (boreal, sustantivo, esencialista) es demasiado reduccionista. Se trata de escuchar con atención cómo ambos hemisferios contienen su propio totalitarismo: el del ser que congela identidades y el del hacer que exige acción perpetua.


Nuestra situación lingüística es la de la zona ecuatorial: podemos elegir qué gramática activar, pero no podemos escapar del lenguaje. Esto no conduce al relativismo ni a la parálisis. Conduce a la vigilancia, saber que cada predicación esencial (“ellos son”) y cada imperativo de acción (“hay que hacer”) contiene un riesgo totalitario. La libertad política precisa de poder transitar entre ambos abismos.


Con tanto discurso de los candidatos en distintos medios, cabe preguntarse, no solo si fija identidades esenciales sino también si exige acciones sin fin. Pregúntense si dice qué son los enemigos y qué hay que hacer con ellos. Y pregúntense si deja espacio para la pregunta, la duda, la deliberación -o si su gramática solo admite esencias fijas y acciones urgentes. Ahí, en esa atención a la gramática, se juega algo de la democracia.


Referencias

Borges, J. L. (2019). «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius». En Ficciones. Penguin Random House.

 
 
 

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